Significa que si
alguien hace algún comentario o tiene algún interrogante, y nos quedamos
callados, en silencio, es como que estamos aceptando tácitamente lo que el otro
ha dicho, le estamos dando la razón. Creo que no es el único motivo del
por qué a veces uno calla. A veces uno quisiera hablar, pero la prudencia nos
aconseja no hacerlo, porque “la imprudencia es hija de la ignorancia”, dice
otro dicho. Y el silencio muchas veces es el mejor maestro que hace dupla con
el tiempo y todo lo acomoda.